Obama: Las aspiraciones de un pueblo son más poderosas que las de un tirano

Obama: Las aspiraciones de un pueblo son más poderosas que las de un tirano

Publicado el Martes, 25 Septiembre 2012 21:57

Por Café Fuerte

El Barack Obama interveiene el martes ante el plenario de

Naciones Unidas.

Señor presidente, señor secretario general, colegas delegados, damas y

caballeros. Me gustaría comenzar hoy hablándoles acerca de un

estadounidense llamado Chris Stevens.

Chris nació en Grass Valley, un pueblo de California, hijo de un abogado

y de una música. De joven Chris se integró al Cuerpo de Paz y enseñó

inglés en Marruecos. Llegó a amar y respetar a los pueblos del norte de

África y Oriente Medio, y cumplió con ese compromiso durante toda su

vida. En sus cargos como diplomático trabajó desde Egipto a Siria, de

Arabia Saudita a Libia. Era conocido porque caminaba por las calles de

la ciudad donde trabajaba, probando la local, hablando con cuánta

gente podía, conversando en árabe y escuchando con una sonrisa de oreja

a oreja.

Chris viajó a Bengasi en los primeros días de la revolución de Libia,

llegando allí en un buque de carga. Como representante de

ayudó al pueblo libio a encarar un conflicto violento, atendió a los

heridos y elaboró una visión de futuro en la que los derechos de todos

los libios se respetasen. Después de la revolución, apoyó el nacimiento

de una nueva democracia, cuando los libios celebraron elecciones y

establecieron nuevas instituciones, y comenzaron a avanzar hacia el

futuro tras décadas de dictadura.

Vivir con y dignidad

Chris Stevens amaba su trabajo. Se sentía orgulloso del país al que

servía y podía ver la dignidad en la gente que conoció. Hace dos semanas

viajó a Bengasi para examinar los planes para establecer un nuevo centro

cultural y modernizar un . Ese fue el momento en que la legación

estadounidense fue atacada. Junto con tres de sus colegas Chris fue

asesinado en la ciudad que ayudó a salvar. Tenía 52 años.

Les cuento este relato porque Chris Stevens representaba lo mejor de

Estados Unidos. Al igual que sus colegas del Servicio Exterior, tendía

puentes entre océanos y culturas, y estaba profundamente involucrado con

la cooperación internacional que practica las Naciones Unidas. Actuó con

humildad, pero también defendió firmemente una serie de principios, la

convicción de que las personas han de ser libres para determinar su

propio destino, y vivir con libertad, dignidad, justicia y oportunidad.

Los ataques contra los civiles en Bengasi fueron ataques contra Estados

Unidos. Estamos agradecidos por la ayuda que recibimos del gobierno

libio y el pueblo libio. No debe quedar duda alguna de que seremos

implacables en nuestra búsqueda de los asesinos y en exigir que rindan

cuentas ante la justicia. También agradezco el hecho de que, en días

recientes, los líderes de otros países de la región, entre ellos Egipto,

Túnez y Yemen, hayan tomado medidas para proteger nuestras instalaciones

diplomáticas, al hacer un llamado en favor de la calma. Y así lo han

hecho también autoridades religiosas de todo el mundo.

Pero han de entender que los ataques de las últimas dos semanas no son

simplemente un ataque contra Estados Unidos. Son también un ataque

contra los mismísimos ideales sobre los que se fundó Naciones Unidas: la

idea de que los pueblos pueden resolver sus diferencias de manera

pacífica, de que la diplomacia puede ocupar el lugar de la guerra, y de

que en un mundo interdependiente, a todos nos interesa trabajar a favor

de mayores oportunidades y seguridad para nuestros ciudadanos.

Las causas de la crisis

Si somos serios en la defensa de estos ideales, no es suficiente con

poner más guardias ante las embajadas o con publicar declaraciones de

lamento y esperar a que el odio pase. Si somos serios en la defensa de

estos ideales, tenemos que hablar claramente sobre las causas profundas

de la crisis, porque nos enfrentamos a una elección entre las fuerzas

que nos dividen y las esperanzas que tenemos en común.

Hoy debemos reiterar que nuestro futuro será determinado por gente como

Chris Stevens y no por sus asesinos. Hoy debemos declarar que esta

e intolerancia no tiene lugar en nuestras Naciones Unidas.

Han pasado menos de dos años desde que un vendedor en Túnez se inmolara

en protesta contra la opresiva corrupción en su país, lo que desató lo

que vino en llamarse la Primavera Árabe. Desde entonces, el mundo ha

estado cautivado por la transformación que ha tenido lugar, y Estados

Unidos ha apoyado las fuerzas del cambio.

Nos inspiraron las protestas tunecinas que derrocaron a un ,

porque distinguimos nuestras propias convicciones en las aspiraciones de

los hombres y mujeres que salieron a las calles.

Insistimos con el cambio en Egipto, porque nuestro apoyo a la democracia

no puso en última instancia del lado del pueblo.

Hemos apoyado la transición del liderazgo en Yemen, porque los intereses

de ese pueblo no estaban siendo atendidos por el statu quo corrupto.

Intervinimos en Libia junto a una amplia coalición y con el mandato del

Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, porque teníamos la

capacidad de frenar la matanza de inocentes y porque consideramos que

las aspiraciones de un pueblo eran más poderosas que las de un tirano.

Y estando hoy aquí reunidos declaramos nuevamente que el régimen de

Bashar al Assad debe llegar a su fin, para que se acabe el sufrimiento

del pueblo sirio y comience un nuevo amanecer.

Libertad y autodeterminación

Hemos tomado estas posturas porque creemos que la libertad y la

autodeterminación no son únicas en nuestra cultura. No se trata

simplemente de valores estadounidenses o valores occidentales, sino de

valores universales. Y a pesar de que habrá enormes desafíos con la

transición a la democracia, estoy convencido de que al final el gobierno

del pueblo, por el pueblo y para el pueblo tiene más posibilidades de

lograr la estabilidad, la prosperidad y la oportunidad individual, que

son los cimientos de la paz en el mundo.

Recordemos que esta es una época de progresos. Por primera vez en

décadas, tunecinos, egipcios y libios votaron para tener nuevos líderes

en elecciones que fueron creíbles, competidas y justas. Este espíritu

democrático no se ha limitado al mundo árabe. En el último año, hemos

visto transiciones pacíficas del poder en Malawi y Senegal, y un nuevo

presidente en Somalia. En Birmania un presidente ha excarcelado a los

presos políticos y ha abierto una sociedad cerrada, una valiente

disidente ha sido elegida al Parlamento y el pueblo aguarda más

reformas. En todo el mundo los pueblos están haciendo escuchar su voz,

insistiendo en favor de su dignidad innata y por el derecho de

determinar su futuro.

A pesar de ello, los disturbios de las últimas semanas nos recuerdan que

el camino a la democracia no concluye con la emisión del voto. Nelson

Mandela dijo una vez que "ser libre no es solamente librarse de las

cadenas, sino vivir de una manera que respete y mejore la libertad de

los demás". (APLAUSOS)

Nadie puede ser encacelado por sus creencias

La verdadera democracia exige que al ciudadano no se le pueda encerrar

en la cárcel por sus creencias y que se pueda abrir un negocio sin tener

que pagar una coima. Depende de la libertad de los ciudadanos para decir

lo que piensan y reunirse sin temor, y depende del Estado de derecho y

los debidos procedimientos legales que garanticen los derechos de todas

las personas.

Dicho de otra manera, la verdadera democracia, la verdadera libertad, es

una tarea difícil. Quienes están en el poder tienen que resistir la

tentación de tomar medidas contra los disidentes. En tiempos de

dificultad económica los países pueden estar tentados de aunar a la

gente en torno a enemigos percibidos, en el país o en el extranjero, en

lugar de enfocarse en la dolorosa tarea de las reformas.

Es más, siempre habrá quienes rechacen el progreso humano: dictadores

que se aferran al poder, intereses corruptos que dependen del statu quo

y extremistas que atizan las llamas del odio y la división. Desde

Irlanda del Norte hasta el sur del Asia, desde África hasta las

Américas, desde los Balcanes hasta la cuenca del Pacífico, hemos sido

testigos de las convulsiones que acompañan a las transiciones hacia un

nuevo orden político.

A veces los conflictos emanan de las fallidas divisiones de raza o

tribu; y con frecuencia surgen a partir de las dificultades en

reconciliar la tradición y la fe con la diversidad e interdependencia en

el mundo moderno. En cada país hay quienes consideran como una amenaza a

las diferentes creencias religiosas; en cada cultura los que quieren la

libertad para sí mismos tienen que preguntarse hasta qué punto están

dispuestos a tolerar la libertad de otros.

Eso es lo que hemos vimos durante las dos últimas semanas, cuando un

crudo y desagradable vídeo provocó el ultraje en el mundo musulmán.

Ahora bien, he dejado bien sentado que el gobierno de Estados Unidos no

tuvo nada que ver con ese video y creo que su mensaje ha de ser

rechazado por todos los que respetan nuestra común humanidad. Es un

insulto no solo a los musulmanes, sino también a Estados Unidos, porque

como bien muestra la ciudad que está más allá de estas paredes somos un

país que ha recibido bien a gente de todas las razas y credos. Aquí

viven musulmanes que practican su religión en todo el país. No solo

respetamos la libertad de religión, sino que también tenemos leyes que

protegen a las personas de ser lastimadas por el aspecto que tienen o

por sus convicciones. Comprendemos por qué la gente se ofendió con este

vídeo, puesto que millones de nuestros ciudadanos se encuentran entre ellos.

Derecho a la libre expresión

Sé que hay quienes se preguntan por qué no prohibimos un vídeo como ese.

La respuesta está consagrada en nuestras leyes: nuestra Constitución

protege el derecho a la libre expresión.

Aquí en Estados Unidos hay innumerables publicaciones que son ofensivas.

Como yo, la mayoría de los estadounidenses son cristianos, pero no por

ello prohibimos la blasfemia contra nuestras creencias más sagradas.

Como presidente de nuestro país y comandante en jefe de nuestras fuerzas

armadas acepto que la gente me pueda decir cosas horribles todos los

días (RISAS) y siempre defenderé su derecho a hacerlo. (Aplausos)

Los estadounidenses han combatido y muerto en todo el mundo para

proteger el derecho de los pueblos a expresar sus opiniones, incluso

opiniones con las cuales estamos en profundo desacuerdo. Lo hacemos no

porque apoyemos el discurso de odio, sino porque nuestros Fundadores

entendieron que, sin esas protecciones, la capacidad de cada individuo

para expresar sus propias opiniones y de practicar su propia fe, se

vería amenazada. Lo hacemos porque en una sociedad pluralista la

restricción de la expresión pueden convertirse rápidamente en una

herramienta para hacer callar a los detractores y oprimir a las minorías.

Lo hacemos porque, dada la fuerza de la fe en nuestras vidas y la pasión

que las diferencias religiosas pueden inflamar, el arma más poderosa

contra el discurso de odio no es la represión, sino aún más expresión de

las voces de la tolerancia que se juntan contra la intolerancia y la

blasfemia, y que elevan los valores de la comprensión y el respeto mutuo.

Ningún discurso puede justificar la violencia

Ahora bien, entiendo que no todos los países de este organismo comparten

esta particular interpretación sobre la protección de la libre

expresión. Lo reconocemos. Pero en el 2012, cuando cualquier persona con

un teléfono celular puede difundir opiniones ofensivas por todo el mundo

con solo apretar un botón, la idea de que podemos controlar el flujo de

la información es obsoleta. Entonces, la cuestión es ¿cómo respondemos?

Y en esto debemos ponernos todos de acuerdo, porque no hay ningún

discurso que justifique la violencia sin sentido. (Aplausos). No hay

palabras que justifiquen el asesinato de inocentes. No hay ningún vídeo

que justifique el ataque a una embajada. No hay ninguna calumnia que

sirva de excusa para que la gente queme un en el Líbano o

destruya una en Túnez o cause la muerte y destrucción en Paquistán.

En este mundo moderno con tecnologías modernas, responder de semejante

manera al discurso de odio faculta a cualquier persona que participe en

dicho discurso a propagar el caos por el mundo. Si respondemos así,

facultamos a los peores de nosotros.

Más ampliamente, los acontecimientos de las dos últimas semanas también

revelan la necesidad que todos tenemos de abordar sin tapujos las

tensiones entre Occidente y el mundo árabe que se dirige hacia la

democracia.

Pero que quede claro: así como no podemos resolver todos los problemas

del mundo, Estados Unidos no desea dictar el resultado de las

transiciones democráticas en el extranjero, ni lo ha hecho. No esperamos

que otros países estén de acuerdo con nosotros en todos los temas, ni

tampoco asumimos que la violencia de las últimas semanas o los discursos

llenos de odio de algunos individuos representen las opiniones de la

abrumadora mayoría de los musulmanes, de la misma manera en que las

opiniones de la gente que realizó este vídeo no representan las de los

estadounidenses. Sin , sí que estoy convencido de que es

obligación de todos los líderes, en todos los países, hablar alto y

claro contra la violencia y el extremismo. (APLAUSOS)

Marginar el odio

Es momento de marginar a quienes, aun cuando no recurran directamente a

la violencia, utilizan el odio contra Estados Unidos, o contra

Occidente, o contra Israel, como principio rector fundamental de la

política. Puesto que eso solamente encubre, y a veces sirve de excusa,

para quienes recurren a la violencia.

Esa clase de política, que enfrenta a Oriente contra Occidente, Sur

contra Norte, musulmanes contra cristianos e hindúes contra judíos, no

puede cumplir con las promesas de la libertad. A la juventud solo le

ofrece falsas esperanzas. Quemar una bandera de Estados Unidos no sirve

de nada para educar a un niño. Destrozar un restaurante no llena los

estómagos vacíos. Atacar una embajada no va a crear ni un solo puesto de

trabajo. Esa clase de política solamente dificulta lograr que lo debemos

hacer juntos: educar a nuestros hijos y crear las oportunidades que se

merecen; proteger los y ampliar las promesas de la

democracia.

Sepan que Estados Unidos nunca se retirará del mundo. Llevaremos ante la

justicia a aquellos que hagan daño a nuestros ciudadanos y a nuestros

amigos, y apoyaremos a nuestros aliados. Estamos dispuestos a colaborar

con países para profundizar los lazos del comercio y la inversión, la

ciencia y la tecnología, la energía y el desarrollo, todos los esfuerzos

que puedan impulsar el crecimiento económico para todos nuestros pueblos

y estabilizar los cambios democráticos.

Sin embargo, semejantes esfuerzos dependen de un espíritu de interés y

respeto mutuos. Ningún gobierno o empresa, ninguna escuela u ONG tendrá

confianza para trabajar en un país donde su gente corre peligro. Para

que las alianzas sean eficaces, nuestros ciudadanos deben estar

protegidos y nuestros esfuerzos ser bienvenidos.

La política de la ira

Una política que se base nada más en la ira, que se base en dividir al

mundo entre "nosotros" y "ellos" no solo hace retroceder la cooperación

internacional, sino que en última instancia socava a aquellos que la

toleran. Todos tenemos interés en plantarnos ante estas fuerzas.

Recordemos que los musulmanes son los que más han sufrido a manos del

extremismo. El mismo día que nuestros civiles fueron muertos en Bengasi,

un oficial de policía turco fue asesinado en Estambul tan solo días

antes de su boda; más de diez yemeníes murieron en una explosión de

coche bomba en Saná, y varios padres afganos lloraban la muerte de sus

hijos que habían perecido solo días antes por un suicida que explotó una

bomba en Kabul.

El impulso hacia la intolerancia y la violencia puede que inicialmente

estuvieran dirigidos a Occidente, pero con el tiempo no podrá

contenerse. Los mismos impulsos hacia el extremismo se emplean para

justificar la guerra entre sunitas y chiítas, entre tribus y clanes. Eso

lleva no a la fortaleza y la prosperidad, sino al caos. En menos de dos

años, hemos visto en su mayoría manifestaciones pacíficas que han

logrado más cambios en países de mayoría musulmana que en una década de

violencia. Los extremistas entienden esto, y puesto que no tienen nada

que ofrecer para mejorar la vida de la gente, la violencia es la única

manera que tienen de continuar siendo relevantes. No construyen,

solamente destruyen.

Es hora de dejar atrás el grito de la violencia y las políticas de la

división. En muchísimos asuntos, afrontamos la opción de escoger entre

la promesa del futuro o las prisiones del pasado. Y no podemos

permitirnos elegir mal. Debemos aprovechar este momento. Estados Unidos

está listo para trabajar con aquellos que estén dispuestos a acoger un

futuro mejor.

El futuro no debe pertenecer a aquellos que tienen como objetivo a los

cristianos coptos de Egipto, sino que deberían reclamarlo los que

estaban en la plaza Tahrir cantando "musulmanes y cristianos somos uno".

El futuro no debe pertenecer a aquellos que acosan a las mujeres, sino

que lo deben formar las muchachas que asisten a la escuela y aquellos

que defienden un mundo en el que nuestras hijas pueden alcanzar sus

sueños al igual que nuestros hijos. (APLAUSOS).

El futuro no pertenece a los corruptos

El futuro no debe pertenecer a aquellos pocos corruptos que roban los

recursos de un país, sino que deben ganarlo los estudiantes y los

empresarios, los trabajadores y dueños de negocios que pretenden lograr

una mayor prosperidad para todos. Esos son los hombres y mujeres que

Estados Unidos defiende, su visión es la que visión que nosotros apoyamos.

El futuro no debe pertenecer a aquellos que lanzan calumnias contra el

profeta del Islam, pero para tener credibilidad aquellos que condenan

tales calumnias también deben condenar el odio que vemos cuando las

imágenes de Jesucristo son profanadas, o cuando se destruyen iglesias o

se niega la existencia del Holocausto. (APLAUSOS).

Condenemos la incitación contra los musulmanes sufíes o los peregrinos

chiítas. Es hora de prestar atención a las palabras de Gandhi: "La

intolerancia es en sí misma una forma de violencia y un obstáculo al

crecimiento de un espíritu verdaderamente democrático". (APLAUSOS)

Juntos, debemos tratar de lograr un mundo en el que nos veamos

fortalecidos por nuestras diferencias y no definidos por ellas. Esto es

lo que Estados Unidos acoge y es la visión que apoyaremos.

Entre israelíes y palestinos, el futuro no debe pertenecer a aquellos

que dan la espalda a las posibilidades de paz. Dejemos atrás a aquellos

que disfrutan del conflicto, aquellos que rechazan el derecho de Israel

a existir. El camino es duro, pero el destino está claro: un estado

judío de Israel seguro y una Palestina independiente y próspera.

(APLAUSOS). Con el conocimiento de que tal paz debe producirse por medio

de un acuerdo entre las partes, Estados Unidos caminara en ese rumbo

junto con todos aquellos que estén preparados para hacer ese trayecto.

En Siria, el futuro no debe pertenecer a un dictador que masacra a su

pueblo. Si hay una causa en el mundo que exija que gritemos en protesta,

en protesta pacífica, es que haya un régimen que torture niños y dispare

cohetes contra edificios de apartamentos. Debemos continuar participando

para asegurarnos que lo que empezó con los ciudadanos exigiendo sus

derechos no termine en un ciclo de violencia sectaria.

Del lado de los sirios

Juntos debemos estar del lado de los sirios que creen en una visión

diferente: una Siria unida y e inclusiva, donde los niños no tengan que

temer a su propio gobierno y donde todos los sirios tengan voz en cómo

se les gobierna, ya sean sunitas, alauitas, kurdos o cristianos. Esto es

lo que Estados Unidos defiende. Ese es el resultado por el que

trabajaremos, con sanciones y consecuencias para aquellos que emprendan

persecuciones, y con asistencia y apoyo para aquellos que trabajan por

este bien común. Puesto que creemos que los sirios que acogen esta

visión tendrán la fortaleza y la legitimidad para ser líderes.

En Irán, vemos adonde lleva el camino de una ideología violenta y sin

rendición de cuentas. El pueblo iraní tiene una distinguida y antigua

historia, y muchos iraníes quieren disfrutar de la paz y la prosperidad

junto con sus vecinos. Sin embargo, mientras restringe los derechos de

su propio pueblo, el gobierno iraní continúa dando apoyo a un dictador

en Damasco y apoyando grupos terroristas en el exterior. Una y otra vez,

ha perdido la oportunidad de demostrar que su programa nuclear es

pacífico y de cumplir con sus obligaciones con las Naciones Unidas.

Que quede claro: Estados Unidos quiere resolver este asunto por medio de

la diplomacia, y consideramos que todavía hay tiempo y espacio para

hacerlo, pero el tiempo no es ilimitado. Respetamos el derecho de los

países a tener acceso a la energía nuclear para usos pacíficos, pero uno

de los propósitos de las Naciones Unidas es velar por que ese poder

nuclear se utilice para la paz. Pero no se equivoquen, un Irán con armas

nucleares no es un desafío que pueda contenerse. Amenazaría la

eliminación de Israel, la seguridad de los países del Golfo [Pérsico] y

la estabilidad de la economía mundial. Plantea el riesgo de desencadenar

una carrera armamentística nuclear en la región y deshacer el Tratado de

No Proliferación. Por ese motivo, una coalición de países está pidiendo

cuentas al gobierno iraní. Y por eso Estados Unidos hará lo que tenga

que hacer para evitar que Irán obtenga un arma nuclear.

Sabemos, debido a experiencias dolorosas, que el camino hacia la

seguridad y la prosperidad no está fuera de los límites del derecho

internacional y el respeto a los derechos humanos. Esa es la razón por

la que esta institución fue establecida a partir de los escombros del

conflicto; esa es la razón por la que la libertad triunfó sobre la

tiranía en la Guerra Fría; y esa también es la lección de las últimas

dos décadas.

El difícil camino de la paz

La Historia muestra que la paz y el progreso les llega a aquellos que

toman las decisiones correctas. Países en todo el mundo han recorrido

ese difícil camino. Europa, el campo de batalla más sangriento del siglo

XX, está unida, libre y en paz. Desde Brasil a Sudáfrica, desde Turquía

a Corea del Sur, desde la India hasta Indonesia, personas de distintas

razas, religiones y tradiciones han levantado a millones de la pobreza,

y al mismo tiempo han respetado los derechos de sus ciudadanos y

cumplido sus responsabilidades como países.

Debido al progreso del que he sido testigo en mi propia existencia, al

progreso que he observado durante casi cuatro años como presidente, sigo

teniendo esperanza respecto al mundo en el que vivimos. La guerra en

Iraq ha terminado y las tropas estadounidenses han regresado a casa.

Hemos comenzado una transición en Afganistán y Estados Unidos y nuestros

aliados concluiremos la guerra según lo programado en 2014. Al Qaeda

está debilitada y ya no existe Osama bin Laden. Los países se han

agrupado para almacenar bajo llave los materiales nucleares, y Estados

Unidos y Rusia estamos reduciendo nuestros arsenales. Hemos visto que se

han tomado decisiones difíciles, desde Naipyidó, pasando por El Cairo

hasta Abiyán, para poner más poder en manos de los ciudadanos.

En tiempos de dificultades económicas, el mundo ha sumado fuerzas para

extender la prosperidad. Por medio del G20, nos hemos asociado con

países emergentes para mantener al mundo en la vía de la recuperación.

Estados Unidos ha intentado lograr una agenda de desarrollo que impulse

el crecimiento y elimine la dependencia, y hemos colaborado con

dirigentes africanos para ayudarles a alimentar a sus países. Se han

forjado nuevas alianzas para combatir la corrupción y fomentar la

apertura y transparencia de los gobiernos, y se han realizado nuevos

compromisos por medio de la Alianza para un Futuro Igualitario para

asegurar que las mujeres y las niñas puedan participar plenamente en la

política y de las oportunidades. Más tarde hoy hablaré de nuestros

esfuerzos para combatir la lacra de la trata de personas.

Todas estas cosas me infunden esperanza, pero lo que más esperanza me

ofrece no son nuestras acciones, ni las acciones de nuestros líderes,

sino las personas que he visto. Los soldados estadounidenses que han

arriesgado su vida y sacrificado sus miembros por un extraño que se

encuentra al otro lado del mundo; los estudiantes en Yakarta o Seúl que

están deseando utilizar sus conocimientos en beneficio de la humanidad;

las caras en una plaza en Praga o en un parlamento en Ghana que observan

cómo la democracia otorga voz a sus aspiraciones; los jóvenes de las

favelas de Río y las escuelas de Mumbai cuyos ojos reflejan una promesa.

Estos hombres, mujeres y niños, de todas las razas y todos los credos,

me recuerdan que por cada grupo de exaltados que aparece en la

televisión hay miles de millones en el mundo que comparten esperanzas y

sueños similares; y estos nos dicen que la humanidad tiene un corazón y

un latido comunes.

Así que nuestro mundo presta mucha atención a lo que nos divide, eso es

lo que vemos en las noticias, es lo que consume nuestros debates

políticos, pero cuando uno lo desgrana hasta el final, la gente en todas

partes lo que quiere es la libertad para determinar su destino, la

dignidad que emana del trabajo, el consuelo que acompaña a la fe, y la

justicia que existe cuando los gobiernos sirven a sus pueblos, y no al

contrario.

Los Estados Unidos de América siempre defenderán estas aspiraciones,

para nuestro propio pueblo y para los pueblos de todo el mundo. Ese fue

el propósito de nuestra fundación. Eso es lo que muestra nuestra

historia. Es aquello por lo que durante toda su vida trabajó Chris Stevens.

Les prometo una cosa: Mucho después de que los asesinos comparezcan ante

la justicia, el legado de Chris Stevens permanecerá en las vidas de

aquellos a los que marcó, en las decenas de miles que marcharon contra

la violencia en las calles de Bengasi, en los libios que cambiaron su

foto de Facebook por una de Chris; en los carteles que simplemente

decían: "Chris Stevens era amigo de todos los libios".

Ellos deben infundirnos esperanza, nos deben recordar que mientras

trabajemos por ello, se hará justicia, que la historia está de nuestro

lado, y que no habrá marcha atrás en la creciente oleada de libertad.

Muchísimas gracias. (APLAUSOS)

http://cafefuerte.com/mundo/2218-obama-las-aspiraciones-de-un-pueblo-son-mas-poderosas-que-las-de-un-tirano

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