En Cuba hemos aprendido muy bien nuestros deberes pero no nuestros derechos
“En Cuba hemos aprendido muy bien nuestros deberes pero no nuestros
derechos”
La artista Tania Bruguera sigue en La Habana a la espera de que se
resuelva su situación legal
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | Febrero 04, 2015
Tania Bruguera debería estar el próximo 22 de febrero en Madrid para
restaurar y presentar una de sus obras en la Feria Internacional de Arte
Contemporáneo ARCO, pero sabe que no podrá hacerlo. Atrapada por la
justicia cubana desde que el pasado 30 de diciembre fuera detenida
durante la realización de su performance #YoTambienExijo, la artista
permanece en La Habana a la espera de que se resuelva su situación
legal. De esto, de su artivismo y del futuro de Cuba hablamos con ella.
Pregunta. ¿Cuál es tu actual situación legal y migratoria?
Respuesta. Estoy esperando a que un fiscal baje la medida que se me va a
imponer. Me he asesorado con varios juristas, como Laritza Diversent del
grupo Cubalex, y también con René Gómez Manzano, de la Corriente
Agramontista. Ellos me han dicho que en este caso hay al menos tres
posibles desenlaces: una es el sobreseimiento de la causa, que puede ser
de manera temporal o permanente. Otra es que me impongan una medida
administrativa, que conlleva una multa. El detalle con esta opción es
que yo tendría que reconocer mi culpabilidad al aceptar los cargos y las
imputaciones que me hagan, y yo no creo justa esta variante. La tercera
posibilidad es que sea llevada a juicio, aunque todo apunta a que es
poco probable.
P. Estás atrapada en los enrevesados mecanismos de la justicia cubana…
R. He podido percatarme, a lo largo de este proceso, de que existe una
vulnerabilidad muy fuerte para los ciudadanos que se encuentran en
situaciones similares. Por ejemplo, me está siendo muy difícil encontrar
a un jurista que quiera asumir mi defensa. Sólo se permite a los
abogados del sistema que representen a un acusado, de manera que los
abogados independientes pueden asesorarme pero no representarme. Los
pocos que han accedido a representarme me advierten, desde ahora, que la
solución es aceptarlo todo para que se acabe la situación y tratar de no
llegar a juicio, porque el día que lleguemos a un tribunal, dicen, la
sentencia estará decidida antes de pronunciar la primera palabra.
Habremos perdido antes de empezar la defensa.
P. Entre las peores pesadillas de muchos emigrados cubanos está la de
visitar la Isla y que después no le permitan salir ¿Lo vives así?
R. Para mi es todo lo contrario. Mi pesadilla radica en que me dejen
salir pero que no me permitan regresar. Es más, si mañana mismo me
devolvieran el pasaporte que me incautaron, yo no me voy a ir. Necesito
estar completamente segura de que no habrá sorpresas amargas como no
poder regresar. Más allá de eso, esto que he vivido en las últimas
semanas me ha cambiado la vida. No voy a dejar de ser artista nunca,
pero quizás ahora me toca estar aquí. Ellos tienen que entender que no
pueden sacar del país a todo aquel que les molesta.
P. ¿Se puede decir que El Susurro de Tatlin #6, tanto en su primera
versión en Cuba en 2009 como en este intento de ahora, es una obra que
ha marcado tu vida?
R. La performance del 30 de diciembre pasado tiene un antecedente en El
Susurro de Tatlin #6 realizado en el año 2009 en el Centro Wifredo Lam,
que también marcó profundamente mi vida profesional. Yo no lo sabía al
principio, porque no era algo público, pero a mí se me prohibió exhibir
en Cuba. Empecé a darme cuenta porque nadie me llamó más para exponer
aquí, lo cual asumí que era porque estaban tratando de protegerse…
algo que resulta natural en este sistema. Sin embargo, las mismas
personas que me censuraron en aquel momento a posteriori y que me están
censurando ahora, quieren usar la realización de aquella performance
como un ejemplo de tolerancia… y no fue tal.
P. ¿Por qué crees que aquella vez sí fue posible abrir los micrófonos al
público?
R. Lo que pasó en esa oportunidad en el Wifredo Lam fue por las
condiciones particulares que concurrieron. Era durante la Bienal de la
Habana, un espacio que de por sí es un poco más tolerante, había
presencia de mucha prensa y de extranjeros, yo era la invitada de
Guillermo Gómez Peña el invitado especial de la bienal, además que era
dentro de un espacio de arte con un público mayoritariamente de
intelectuales. Después sí hubo un castigo.
Propuse proyectos a instituciones culturales cubanas y siempre me decían
que no. Ocurrió algo muy lamentable, que fue un viaje que hice con mis
estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de Francia durante el cual
queríamos visitar el Instituto Superior de Arte (ISA). Entonces, desde
el ISA enviaron una carta bastante clara y directa a la dirección de la
escuela en París, diciendo que ellos no aceptaban esa visita si yo era
quien iba al frente del grupo y que mandaran a otro profesor, pues yo
era una persona con la que ellos no tenían relaciones profesionales,
obviando por supuesto que me gradué de esa escuela y fui profesora allí
unos cuantos años. En ese mismo viaje, al llegar al aeropuerto, me
esperaban una representante del Consejo de las Artes Plásticas y una
persona vestida de civil que nunca se identificó. Ambos me hicieron
saber que no podía hacer nada con las instituciones y trataron de decir
que mi pasaporte tenía problemas con el permiso con el fin de impedir mi
entrada al país, pero pude demostrar que estaba todo en regla según la
nueva ley migratoria.
En un viaje posterior a Cuba, pedí una cita al viceministro de cultura,
Fernando Rojas, para tratar mi caso. En esa reunión estaban también
Rubén del Valle, presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas
y Jorge Fernández el director de la Bienal de La Habana. Expuse todo lo
que me estaba pasando y me respondieron que a nadie podía ocurrírsele
que después de lo que yo había provocado en la Bienal del 2009 a ellos
se les iba a olvidar y que me iban a dejar hacer, así sin más,
exposiciones en las instituciones cubanas. Pude comprobar entonces que
existía una clara política contra mí de doble moral, si alguien
extranjero preguntaba por mí era una artista valorada pero si yo
proponía hacer algo en las instituciones no se me iba a permitir. En
aquella ocasión, recuerdo que el viceministro me dijo que estar ahí
reunida con ellos indicaba que quería redefinir mi relación con la
institución y le dije que se pudiera ver así, pero que yo era una
artista que disentía y que criticaba lo que no me parecía correcto, que
lo hacía aquí y en donde hiciera mi trabajo y que eso no lo iba a
cambiar. Bueno, hoy sabemos cuál es el resultado de esa política
cultural con los que vuelven: tráenos tu dinero y tu prestigio pero no
tus críticas.
P. ¿Cómo surgió la idea de repetir la performance, esta vez en la Plaza
de la Revolución?
R. Estaba en Italia, en un festival de performance al que me habían
invitado, y el miércoles 17 de diciembre viajé de Venecia a Roma para
participar en la misa del Papa Francisco. Cuando se terminó, regresaba
en el tren y me llamó mi hermana para preguntarme si ya sabía la noticia
del anuncio que habían hecho los Gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Fue
una noticia muy fuerte emocionalmente, como para cualquier cubano. Fue
una sorpresa que movió los cimientos en los que se basaba toda una
mirada identitaria del cubano. La respuesta a esa emoción fue escribir
una carta. Hubiera querido mirarle de frente, a Raúl Castro, y
preguntarle cómo explicaba aquello, después de tantos años de
confrontación. Mientras escribía la carta, comenzó a salir la frase
“exijo como cubana que…”. Y ahí iba poniendo todas mis dudas, las
preguntas sin respuestas, sobre un futuro que no estaba claro, sobre una
idea de nación que se redefinía sin que se viera bien hacia dónde iba.
Entonces se la envié a mi hermana y a una amiga que me respondió: “yo
también exijo”. Así que la mandé también al periódico Granma y a este
diario, donde finalmente fue publicada. Resultó una experiencia muy
linda, porque fue algo que hice de manera espontánea… yo nunca había
publicado algo así, pero inmediatamente mucha gente empezó a decir “yo
también exijo” y hasta se creó el hashtag en las redes sociales. Me
sentí muy emocionada, al ver a tanta gente que se involucraba y debo
confesar que recordé mis tiempos con Occupy Wall Street.
P. ¿La energía de la espontaneidad?
R. Sí, la fuerza que viene del entusiasmo que algo puede generar. Aquí
las instituciones culturales y políticas quieren ser dueños del
entusiasmo del cubano, creen que el entusiasmo solo es legítimo cuando
es algo que está en consonancia con los intereses de Estado.
P. ¿Te esperabas la reacción que tuvieron las instituciones culturales y
oficiales?
R. Nunca pensé que iba a haber una respuesta tan desproporcionada. Lo
más significativo fue que el propio presidente del Consejo Nacional de
Artes Plásticas, Rubén del Valle, me dijo después de dos largas
reuniones que él se desentendía de lo que pudiera pasarme legalmente…
o cualquier otra cosa. Por otro lado, la Unión de Escritores y Artistas
de Cuba (UNEAC) publicó una declaración bastante agresiva, siendo yo
miembro de esa entidad y sin siquiera llamarme a una reunión
previamente, sin averiguar ni investigar. Simplemente me juzgaron y
pusieron en duda que lo que pretendia hacer fuera arte. Las
instituciones culturales cubanas juzgan en lugar de crear un espacio de
debate colectivo sobre la cultura cuando cosas como estas pasan. Por eso
devolví mi distinción por la cultura nacional y renuncié a mi membresía
de la UNEAC.
P. Algunos artistas dentro del país se han solidarizado contigo en las
últimas semanas, como es el caso del pintor Pedro Pablo Oliva, mientras
otros como Lázaro Saavedra criticaron aspectos de la performance y la
gran mayoría guardó silencio. ¿Cómo has visto la actitud del mundo
intelectual y artístico cubano en torno a lo ocurrido?
R. Primero es importante decir que todo el mundo tiene el derecho a
reaccionar como quiera y a no ser juzgado por ello. Ahora, si bien en
Cuba sabemos que existe una política cultural de muchos años en la cual
se trazan ciertos límites invisibles que la gente sabe que no debe
traspasar porque habrá consecuencias, también es cierto que en un lugar
donde te presionan a definirte, a veces el silencio es el más articulado
de los argumentos. Yo he tenido una respuesta muy cálida y de apoyo por
parte de muchos artistas y de personas en la calle que ni conozco.
P. ¿Estuviste dispuesta, en algún momento, a cambiar la locación de la
performance y no realizarla en la Plaza de la Revolución?
R. Para mí la locación en la Plaza era, incluso, problemática desde el
punto de vista estético. Yo tenía problemas con la Plaza de la
Revolución, porque a nivel simbólico está demasiado gastada, es un
símbolo que se ha usado tanto…, que ni siquiera representa al cubano
de a pie, sino a los grandes poderes de Gobierno. Lo de hacerlo en la
Plaza lo escribí en la carta dirigida a Raúl, y publicada en 14ymedio el
18 de diciembre, más como una metáfora. También me imaginaba un lugar
como La Habana Vieja que es donde hay todo tipo de gente, donde está el
pueblo. Propuse otras locaciones, como la calle frente al edificio de
arte universal del Museo de Arte y el espacio entre el Museo Nacional de
Bellas Artes y el Museo de la Revolución, pero no fueron aceptadas.
P. ¿Cuál era la propuesta del Consejo Nacional de Artes Plásticas?
R. Me propusieron hacerlo dentro del Museo de Bellas Artes en el
edificio de Arte Cubano. Le dije a Rubén del Valle que no, en primer
lugar por un problema estético. No tenía sentido repetir la misma obra
de 2009, así que le comuniqué que cinco años después no era dentro de la
institución donde había que hacer algo así, sino que había que
conquistar las calles. Propuse entonces que lo hiciéramos en la escalera
de entrada del museo, pero él insistió en que debía ser en el interior y
que se reservaba el derecho de admisión, así que no iba a permitir que
entraran “los disidentes y los mercenarios”. Se vanaglorió de que los
opositores sólo representaban el 0,0001% de la población cubana, a lo
que le respondí que yo había sido muchas veces el 0,0001% de algo y que
eso era muy bueno, porque era necesario también que existieran las minorías.
P. Te esperan en Madrid para presentar una obra en Arco 2015, pero
probablemente no llegues a tiempo ¿Qué expondrás allí?
R. Es como otros tantos proyectos, que ahora están parados y no se
realizarán, algo que se coordinó hace muchos meses, casi un año. Se
trata de una obra que ya hice en Cuba en la que yo me visto como un
Nkisi, un ícono religioso africano al que la gente le pone clavos para
pedir un deseo. A cambio, se le promete algo al ícono y hay que
cumplirlo, si no viene su espíritu a cobrar lo prometido. La gente le
tiene mucho respeto, pues se supone que es un espíritu muy fuerte. En el
año 1998 me vestí así, salí a las calles de La Habana Vieja y se creó
como una especie de procesión. Quería representar entonces la idea de
las promesas hechas al pueblo y nunca cumplidas. El traje había quedado
como residuo objetual y lo tiene una galería en Madrid que tenía
planeado que fuera para repararlo ahí mismo, antes de la muestra, pues
se dañó en su transportación. Pero como ya sé que no voy a poder llegar,
he pedido a los organizadores que inviten a los espectadores de la
muestra a hacer ellos mismos la reparación, poniéndole clavos y haciendo
sus pedidos.
P. ¿Artista o artivista?
P. Hago arte político. Para mí hay una clara división en el arte, por un
lado aquel que es representación porque comenta, y por otro, el arte que
trabaja desde lo político porque quiere cambiar algo. Hago un arte que
se apropia de las herramientas de la política y trata de generar
momentos políticos, un arte a través del cual se habla al poder
directamente y con su propio lenguaje. Por ejemplo, tuve una escuela
(Cátedra Arte de Conducta) durante siete años porque la educación es uno
de los pilares a largo plazo de los políticos, también hice un periódico
hace veinte años ( Memoria de la Postguerra) para “tomar” los medios
como ellos hacen y ahora me tocaba la calle, las plazas y los lugares
que ellos creen que les pertenecen exclusivamente al poder.
El artivismo es una variante del arte político al que me adscribo pues
intenta cambiar las cosas, no se conforma con denunciar, sino que busca
encontrar soluciones para cambiar un poco la realidad política en la que
se vive.
P. ¿Crees que después del 30 de diciembre está más cerca un Occupy Wall
Street en Cuba?
R. Eso es a lo que más temen. Incluso en las varias reuniones que tuve
con las autoridades culturales y oficiales me dijeron que yo quería
hacer aquí lo mismo que había ocurrido en las plazas de Ucrania. Esa es
su gran obsesión. Lo irónico es que les parece genial Occupy Wall Street
cuando ocurre allá, en Estados Unidos, pero aclaran que aquí no van a
permitir usar las plazas para algo así.
P. Algunos vieron en tu convocatoria a la Plaza un acto que pudiera
entorpecer el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos
¿Lo sientes así? ¿Qué opinas de ese proceso?
R. Es muy contradictorio, porque por un lado las autoridades de aquí me
dicen que lo que hago no le importa a nadie y por otro me acusan de que
mis acciones van a romper el futuro del país. Te hacen sentir que no
importas, pero también que llevas el peso de la culpa por lo que pase.
Es muy ingenuo pensar que unas negociaciones entre dos Gobiernos durante
18 meses, con tantos intereses de por medio, se vayan a echar a perder
por una performance… no tengo un ego tan desproporcionado.
En lo personal, me parece que todo lo que sea paz es bienvenido. El
problema es que se haga solo política de titulares de corto plazo y no
política legislativa a largo plazo. Todos se preguntan si se quita o no
se quita el “bloqueo” y ese es un proceso muy complejo en el que habrán
de negociarse muchos detalles, también técnicos. Para mí, lo importante
son las posibilidades que existen hoy, debido a que se han comenzado a
restablecer las relaciones diplomáticas y a que existe un debate serio
sobre levantar el “bloqueo”, para que se repiense el proyecto de nación
desde un espacio colectivo donde participen todos los cubanos, y de eso
se trata #YoTambienExijo.
Es el momento de pedir la descriminalización de la opinión diferente, de
crear otra política con la prensa y los medios de comunicación, de
legalizar las asociaciones civiles y los partidos políticos, de revisar
la Constitución, de permitir que los cubanos seamos ciudadanos activos y
no sólo aspirar a que seamos consumidores pasivos.
Y también hay que asegurarse de que el beneficio llegue a todos. Los
cubanos están muy indefensos, sobre todo los que se quedaron en Cuba.
Sin que se revisen y cambien las leyes, sin que haya una alfabetización
cívica, sin que las instituciones empiecen a responder no al Gobierno
sino a los intereses de los miembros de sus organizaciones, sin que
hayan espacios de crítica no institucionalizada… no es posible impedir
que venga, por ejemplo, una gran transnacional y maltrate a los
trabajadores, que no les pague dignamente o no les permita tener un
sindicato que los proteja. Es una responsabilidad del Gobierno preparar
a los ciudadanos para lo que viene y proveer de leyes que los protejan,
pero parecen estar tan concentrados en mantenerse en el poder que no
pueden ver lo importante que es hoy empoderar a los cubanos de a pie. En
Cuba hemos aprendido muy bien nuestros deberes pero no nuestros
derechos. Ha llegado el momento para que el cubano de a pie exija sus
derechos.
Source: “En Cuba hemos aprendido muy bien nuestros deberes pero no
nuestros derechos” –
http://www.14ymedio.com/entrevista/Cuba-aprendido-bien-deberes-derechos_0_1719428044.html
Leave a Reply