Los artistas desaparecidos
Los artistas desaparecidos
VERÓNICA VEGA | La Habana | 24 Dic 2015 – 3:58 pm.
Revisando la memoria flash de un amigo descubrí ediciones del nuevo
programa de Carlos Otero. Nunca fui fan del popular locutor ni seguí
“Pellízcame que estoy soñando”, su primer programa en Miami después de
su sonado exilio, o el show de Alexis Valdés, pero agradecía si al
toparme con uno me enteraba de la suerte de artistas “desaparecidos”.
En esta ocasión vi a Beatriz Valdés, la esplendorosa “Bella del
Alhambra”, de quien aquí se comenta hace tiempo se arraigó en Venezuela,
y a María Isabel Díaz, la gordita de Una novia para David.
Por sus brevísimas intervenciones en el show de marras supe que Beatriz
se presentaba en Miami con el espectáculo teatral Brujas, dirigido por
ella; María Isabel, (reconocida ya como “chica Almodóvar” por trabajar
con el connotado realizador), habló de su personaje en una serie para
televisión, muy bien recibido por el público español.
Escuchándola sentí tristeza, pensé en lo bien que habría recibido su
teleaudiencia, la cubana, un personaje sin duda actúado con gran
autenticidad, porque desde la cinta que la dio a conocer, hace 30 años,
demostró que tiene el poder de desbordar con poderosa humanidad ese
molde discriminatorio en que los medios han encasillado a la figura
femenina.
“Ámame como soy”, decía el tema de aquella película de los 80, cuando
aún creíamos en Cuba como proyecto de nación, y no imaginábamos que los
rostros que nos representaban en las pantallas irían desapareciendo
misteriosamente, para enterarnos de su éxito de forma aleatoria y
proscripta. Un éxito donde la revolución contribuyó en dos alternativas
opuestas: en su sólida formación profesional, y en su fuga.
La obra dirigida por Beatriz Valdés quizás no la veamos nunca, la serie
en la que interviene María Isabel, con suerte podamos obtenerla
tardíamente a través de copias piratas.
Un balance optimista me habría hecho concluir que en el pasado notábamos
las ausencias del cine, la televisión y la curiosidad por el destino de
artistas que admirábamos se disolvía en el silencio y los mitos, hoy al
menos nos llegan noticias gracias al auge (aún accidentado) de la
tecnología.
Pero lo que conseguí al comparar, fue duplicar la tristeza. Recordé los
rostros que marcaron mi generación en un programa de gran teleaudiencia
como “Para Bailar”, y las preguntas volvieron: ¿a dónde fueron a parar
esos locutores que tanto prometían: Salvador Blanco, Caridad Ravelo,
Lilian Rentería…?
De Salvador, cuya popularidad era un fenómeno sin precedentes, se corrió
que había emigrado para convertirse en detractor de la revolución
“pagado por el enemigo”. Ignoro si siguió una carrera de locutor o actor
en las que ya descollaba. De Cary supe que formó parte del proyecto
Ballet Teatro de la Habana, y luego se difundió que había emigrado
ilegalmente. Solo la volví a ver en una aparición fugaz, en el filme
Bitter Sugar, donde me alegré de reencontrar también a ese gran actor
que es (¿o fue?) Miguel Gutiérrez.
De Lili escuché que al saberse su intención de emigrar, la Seguridad del
Estado había hecho correr el rumor de que ella había contraído sida,
provocando esta falsa noticia la muerte de su abuelo.
Verdad o chisme, quién sabe. A ella misma solo la vi en un documental
refiriendo su decepción cuando, en plena efervescencia de “Para Bailar”,
fue invitada a una fiesta donde había altos oficiales “cuyos nombres no
tenía sentido mencionar” y en la cual fue testigo de una corrupción que
no esperaba, después de un “discurso de pureza” del que ella venía y en
el que había creído.
Luego de décadas de ostracismo, recientemente le “permitieron” entrar a
su país de nacimiento como parte del elenco de una obra de teatro.
También a Susana Pérez, cuya popularidad en Cuba todavía es simplemente
incuestionable.
Quién se atribuye el derecho de borrar las caras que son emblemas del
arte cubano, es una pregunta inútil. Por qué lo aceptamos tan
fácilmente, también. Cuánto puede sorprender que un artista emigrado sea
borrado de nuestro radio de visión si al excelente director Juan Carlos
Cremata lo están “exiliando” hoy de los escenarios, aunque esté en Cuba
y aunque no fue precisamente el público quien censuró su obra El rey se
muere.
Tal vez la respuesta está en que el público de ese cine, televisión,
teatro, emigraba y continúa emigrando. De ese público tampoco se dan
noticias oficiales, aunque reúna grupos de miles y ahora mismo sea causa
de conflicto entre varios países de Centro América. Aunque en La Habana
se reciban cancilleres para negociar el delicado asunto, aunque se
envíen donativos para los cubanos varados en su itinerario a Estados
Unidos, en una situación desesperada.
El silencio seguirá siendo la estrategia oficial, mientras las nuestras
sigan siendo el silencio, o la fuga.
Source: Los artistas desaparecidos | Diario de Cuba –
www.diariodecuba.com/cultura/1450741002_18996.html
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