El enfoque equívoco que entorpece el diálogo
El enfoque equívoco que entorpece el diálogo
El Gobierno persiste en calificar de enemigo y contrarrevolucionario a
quien cuestione sus políticas y decisiones
PEDRO CAMPOS, La Habana | Febrero 23, 2016
Desde los primeros meses de 1959, el grupo rebelde que capitalizó el
triunfo democrático revolucionario contra la dictadura de Batista empezó
a calificar de contrarrevolucionarios a todos aquellos que cuestionaran
sus decretos, políticas y decisiones, sin diferenciar siquiera a quienes
lo hacían sanamente a través del diálogo, incluso desde sus propias
filas, de los que se le enfrentaban abiertamente por medio de la violencia.
Fue la lucha por la restauración de la institucionalidad democrática la
que entonces unió al pueblo cubano. El detonante de la división de la
gran coalición anti-batistiana fue el interés de los líderes rebeldes en
priorizar transformaciones sociales y económicas y postergar
indefinidamente la celebración de elecciones y el establecimiento de un
Gobierno elegido democráticamentey basado en la Constitución de 1940.
Ese desdén por la democracia, el menosprecio a los intereses ajenos y al
pensamiento diferente, así como el ánimo de encauzar el torrente
revolucionario del pueblo según los estrechos intereses de ese núcleo
rebelde, motivaron los primeros y posteriores enfrentamientos y
generaron la oposición diversa y la “contrarrevolución” que abarcaría a
todo el espectro político-económico y social que ellos consideraban una
amenaza para su poder.
A lo largo de todos los años posteriores, se mantuvo ese enfoque
equívoco de meter en un mismo saco, en el embalaje
“contrarrevolucionario”, a todos los que discreparan o no apoyaran
alguna medida “revolucionaria”, hasta los que decidieran enfrentarla en
forma violenta.
Ahora en Cuba, en 2016, el general y presidente Raúl Castro, hermano del
líder histórico, recibirá próximamente al presidente de EE UU, “el
centro del imperialismo mundial, cuna de la contrarrevolución, el
enemigo histórico que ha tratado por todas las vías posibles de destruir
la Revolución cubana”. Pero internamente su Gobierno no acepta siquiera
reconocer que existe una amplia vertiente socialista democrática no
gubernamental que desde el diálogo, no del enfrentamiento, ha hecho todo
lo posible por dar a conocer sus posiciones constructivas a la dirección
del partido-Estado-Gobierno, al pueblo, a la opinión pública
internacional y a la misma oposición histórica.
Muchos hemos recibido tratamiento de contrarrevolucionarios, de enemigos
y, si bien han dejado algunos espacios donde podemos participar, como la
revista Temas, las reuniones de la Unión de Escritores y Artistas de
Cuba (UNEAC), la Fundación Juan Marinello y otros, nos han aplicado
formas encubiertas y sofisticadas de represión, tratando de entorpecer
nuestro mensaje y mantenernos lo más alejados posible de la toma de
decisiones, la principal retranca a los avances en el país la constituye
la burocracia que, como la hiedra a la pared, se aferra al poder y se lo
niega al pueblo y a los trabajadores.
Pero no por eso podemos caer en provocaciones y abandonar nuestra
vocación democrática de diálogo y pasar al enfrentamiento y la violencia.
Debemos confiar y trabajar porque la influencia mayoritaria del pueblo,
que no quiere más violencia, sino democracia y participación, lleve al
Gobierno a asumir un proceso de diálogo y negociación interna, como hace
con “el enemigo histórico”, “el imperialismo francés” y otros
imperialismos menos reconocidos, que permita abrir los cauces a la
democratización de la política y la economía del país.
Como socialista democrático deploro la violencia, el terrorismo, el
revanchismo y el pase de cuentas y una vez más llamo al
Gobierno-partido-Estado al cese de la represión del pensamiento y el
activismo político diferentes de carácter pacífico y a enrolarse en un
proceso de democratización que lleve a la conciliación de la sociedad
cubana.
Es hora de entender que no es lo mismo discrepar, diferir, dialogar y
tratar de buscar un entendimiento, que oponerse al diálogo y asumir el
enfrentamiento abierto. No es lo mismo respaldar el bloqueo-embargo y
las políticas de presiones externas que respaldar las políticas
internacionales de diálogo y acercamiento.
Algunos socialistas democráticos nos hemos reunido con personas de la
oposición en busca de consenso para un diálogo nacional inclusivo y para
abrir caminos a ese proceso de democratización que anhelamos, pero nunca
hemos apoyado el enfrentamiento abierto, la violencia ni su provocación,
como tampoco han hecho otros opositores pacíficos.
Es momento de que el Gobierno cubano cambie ese enfoque equivocado de
considerar “contrarrevolucionario” a todo el que no comparta sus métodos
y concepciones, lo cual entorpece el diálogo nacional necesario, y de
asumir internamente los mismos procedimientos de encuentro y paz que
sostiene en su política exterior.
Source: El enfoque equívoco que entorpece el diálogo –
www.14ymedio.com/opinion/enfoque-equivoco-entorpece-dialogo_0_1949805003.html
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